Lo que sigue es el relato el primera persona de una experiencia vivenciada a escala reducida (pueblos y ciudades de la Sierra de Madrid), en la que todo parece más evidente, más simple, que en las grandes ciudades. Aun así, algunas de las reflexiones políticas que se suscitan podrían ser válidas a una escala mayor.
Una experiencia personal
Collado Villalba (Madrid), 10 de mayo de 2015. Bajo un sorprendente calor se desarrollaba un acto electoral conjunto de más de diez denominadas «candidaturas de unidad popular» (en adelante «CU») de la Sierra del Guadarrama, que fue el primer acto electoral en el que participé en toda mi vida. No pude evitar sentirme algo incómodo por estar organizando un evento público para pedir el voto: la política de partidos, o la política institucional, no es mi hábitat natural. El centro de aquella jornada fue una ronda de mítines de cinco minutos en los que hablaron los candidatos de cada pueblo. El mitin es un género que se me hace muy difícil digerir, a medio camino entre la arenga militar y una presentación comercial de producto. Pero para casi todos estos candidatos, que a fecha de hoy son ya concejales, aquel era también su primer mitin, su primera creación en un género que, intuyo, tampoco les gustaba demasiado. Acabaron diciendo sin muchos filtros lo que opinaban, lo que proponían, lo que llevan dentro. Y claro que tenían mucho que decir porque, aunque algunos llevaban muy poco militando en partidos, tenían gran experiencia en política local. Trabajaban o habían trabajado en asambleas locales del 15M, centros sociales, despensas solidarias, plataformas antidesahucios, colectivos ecologistas y otros movimientos sociales de escala local.
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